jueves, 1 de octubre de 2009

La Filosofia y los saberes locales

FILOSOFÍA Y LOS SABERES LOCALES
La filosofía conserva la unidad ideológica de todo bloque social, que desde luego tiene sus grupos de clase como dirigentes. La filosofía por su poder simbólico coherente y bien estructurado influye mucho para la constitución de normas y la configuración de las subjetividades.
Hay una falta del reconocimiento que tiene en el saber popular, en la que existe una supremacía del conocimiento elaborado científicamente por grupos hegemónicos sobre otros conocimientos de distinta naturaleza mal elaborada, contingente y local. Tomando en cuenta el carácter político de las estructuras de significación elaboradas por funcionarios del saber que pertenecen al mismo marco del sistema, Bourdieu enfatiza de la siguiente forma:
De un lado el pueblo es puesto fuera del juego, separado de los grandes problemas, y, por otra parte, el campo intelectual es invadido por esos epistemócratas que dominan el pueblo por mediación del saber. La reproducción de esos epistemócratas se hace por medio de los diplomas la sociedad de los diplomados, el capital de los diplomados, el capital cultural.[1]
De esta forma los intelectuales que reproducen el papel de dirigentes espirituales del control ideológico constituyendo un bloque histórico, cada grupo de clase que ejerce la hegemonía tienes sus expertos para el control especifico y producción de significados múltiples para neutralizar las resistencias, busca darle sentido a las prácticas de dominación y sentido a los valores en que los sujetos se experimentan en dichas prácticas.
Hemos comentado en las reuniones pasadas, que la filosofía académica se ha centrado meramente en la reproducción del capital filosófico, y los alumnos a la mera repetición de los saberes académicos estructurados que desde luego dejan a un lado “los saberes locales”, del barrio, de la gente, del oprimido, de la víctima, cuya concepción de vida es igualmente válida como concepción de vida. Entiendo por saberes locales lo que Foucault describe audaz mente:
Se trata, además de un discurso que invierte los valores tradicionales de inteligibilidad. Explicación por abajo, que no es la explicación más simple, elemental y clara sino la más confusa, oscura y desordenada, la más condenada al azar. Lo que debe de servir de principio de desciframiento en la confusión de la violencia, las pasiones, los odios, las revanchas; también la trama de las circunstancias menudas que hacen las derrotas y las victorias… El furor debe dar cuenta de las armonías. [2]
Este tipo de discurso emana desde abajo, de las personas que experimentan las relaciones de poder, es una discusión generalizada, reflexionada desde los colectivos, es la conformación de una voluntad política y democrática, cuyas disposiciones se extiende a los niveles políticos y socioculturales de participación. Que van más allá del mero cambio de lenguaje, más allá de los límites institucionales, un aumentando en la resignificación individual y colectiva de la producción social de la realidad como estancia de lucha y fuerza.
No se busca una racionalización de una comunicación lingüística y del comportamiento mediada por principios universales, los principios universales son rotos por la misma situación desigual de los sujetos hablantes y actuantes, nunca las comunidades lingüísticas tendrán la misma fuerza en otros contextos, la fuerza del mejor argumento se encuentra en situaciones asimétricas, estas serán subsumidas por otras culturas y por otros lenguajes como centros de dominio.
No pretendemos crear un consenso universal, ni una justicia trascendental, sino que se toma que “la situación original es el encuentro con el pobre, la provocación del oprimido, la situación de dominación, del discurso negado y de la instrumentación y explotación del hombre[3]” como premisas a problematizar para la producción política-cultural de la realidad desde posiciones alternativas.
Se está consciente de no dogmatizar la dominación, es sabido que no todas las personas tiene que decir las mismas cosas o experiencias, pero si estoy seguro que todas o más bien la multiplicidad de historias, narraciones o experiencias están afectadas por relaciones de poder que son relativamente campos de dominio constitutivas de esas historias de desigualdad.
Estas deliberaciones que se dan en espacios libres de vigilancia y coerción recuperan ciertas teorías que posibiliten analizar las causas estructurales de la pobreza y posicionarlos de forma diferente para leer y actuar en el mundo.
No puede o no debe llamarse teoría a las narraciones que no muestren luz sobre el análisis de la propia situación de clase. La verdadera teoría es aquel que va brindar las herramientas epistemológicas para ubicar y clarificar las contradicciones y antagonismo que tiene la dominación, volviendo a los sujetos dueños de su palabra, y su voluntad política participativa en miras a la realización de nuevas formas de actuar diferentes a la que existen hoy en día.
Por lo que es importante a nuestro parecer recuperar las experiencias de los oprimidos, de las bases, los barrios, lo que la gente sabe y conoce para la producción lingüística de la realidad social que debe estar vinculada a la búsqueda de mecanismos de participación popular en las cuestiones de interés social. Me parece que es la idea más importante ya que llegando a este nivel relegamos la producción política de la realidad por medio de juegos de lenguajes múltiples abiertos e indefinidos a la construcción colectiva de una voluntad democrática que recupere profundos valores de justicia social, igualdad libertad y dignidad humana.
[1] Pierre Bourdieu. Entrevista sobre la educación en, Capital cultural, escuela y espacio social. Siglo XXI editores. Séptima edición en español 2007. pp. 146.
[2] Michel Foucault. Resumen del curso en, Defender la sociedad. Editorial Fondo de Cultura Económica. Segunda edición 2002. pp. 241.
[3] Hans Schelkshorn. .Introducción en, debate en torno a la ética del discurso. Dialogo filosófico Norte-sur desde América latina. Enrique Dussel (compilador). Editorial siglo XXI. Pp. 15.

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